Actividades y Tertulias
 
MILENARIO: relato Árabe de Concha Villalta, de Ronda

 
 
 
Con una mirada.
Autora: CONCHA VILLALTA


Allí estaba Jalilla, su mirada, rebosante de felicidad; mas dicha no le cabía en el pecho, no sabía si reir o llorar.
Todos sus pensamientos estaban cargados de amor y agradecimiento: ¡Alabado sea Allah, por regalarme tanta alegría! - musitaba como orando casi en silencio. ¡Bendito, bendito sea por permitir tanta felicidad a una humilde esclava! ¿Quién podría imaginar las bendiciones que Allah tenía reservadas a mi querida ama Noor? Noor… ¡mi niña bonita! Y recordó aquellos momentos en los que por primera vez la pusieron en sus brazos ¡Que preciosa era con apenas un año de vida!.
Y recordaba el rostro tan triste y apesadumbrado de su amo, hombre de la Corte muy influyente, primo del rey Al-Mutadid de la Ta’ifa Ishbiliya (Sevilla), acostumbrado a grandes negociaciones de Estado y que con la muerte, en el parto, de su segunda mujer, cayó en un gran abatimiento.
Jalilla supo en aquel instante que su destino era ser para su pequeña ama Noor, la madre que no pudo conocer.


Aquel día en el zoco, todo eran prisas, había que decidir el color y las telas para las ropas de la boda de uno de los hermanos de Noor.
¡Cómo iba la pobre Jalilla corriendo detrás de su ama! ¡Todo lo quería ver la joven, en todas las tiendas de tejidos y ornamentos quería entrar!
Entraron en una, la más grande, donde les habían dicho que llevaban los mejores tejidos y los brocados más ricos traídos de Oriente. Les atendió el dueño, un hombre ya anciano, pero con un talento tan grande para su negocio, que supo convencer a Jalilla y a Noor para que se llevara sus mejores telas, prometiéndoles que esa misma tarde se las enviaría. Saliendo de la tienda y con la alegría que llevaban, Noor, no se percató de que tenía a alguien enfrente, chocando accidentalmente con él.
Era un joven alto y moreno, por su forma de hablar y comportarse educado, pero su atuendo era sencillo, por lo que a Jalilla le resultó difícil definir su procedencia.
Algo ocurrió en aquel encuentro imposible de explicar; Noor y el joven se quedaron por un rato mirándose, sin decir nada, como clavados en el suelo, clavadas sus miradas, uno frente al otro, como si nada existiera en aquel momento para ellos.
Serían unos instantes, pero parecieron eternos por lo anormal de aquel suceso.
Jalilla, sorprendida por la situación y no sabiendo que hacer, solo se le ocurrió coger el brazo de su ama y salir rápidamente de la tienda tirando de la muchacha que no podía apartar la vista de aquel hombre.


Algo aturdido aun por el encuentro, el joven se dirigió hacia el anciano mercader: - Padre, ya estoy aquí, he podido solucionar todos tus encargos- dijo acercándose y dándole un afectuoso abrazo a su anciano padre.
- Yâzid, hijo, ¡Qué bien que has llegado! Estoy cansado y necesito retirarme.
¡Esta joven me ha dejado sin las pocas energías que me quedaban! - Padre ¿Quién era? - Ayúdame Yâzid a recoger y separar las telas – dijo el anciano mientras con gran pesadez intentaba despejar la mesa sepultada en rollos de tejidos -.
¿Qué quién era la joven? Es la hija de un primo del rey, hombre importante de la corte. ¿Podrías encargarte tú de que le lleguen las telas esta misma tarde?
- Si padre, lo haré, pero antes tengo que cerrar el trato con unos mercaderes que tienen que traernos unas sedas nuevas.
- Hijo, ¡qué haría yo sin ti! Cada vez me siento más viejo y débil. Creo que antes de lo previsto, serás tú el que lleve las riendas de todos los negocios.
No quiero esperar a morir, tú estás ya preparado y yo necesito descansar.
- Padre, cuando tu decidas, ocuparé tu puesto. Has vivido siempre entregado a la familia y en hacer prosperar tus negocios, nunca te he visto tomarte un descanso; aceptaré tu carga porque creo que va siendo hora de que yo te cuide a ti – dijo Yâzid abrazando a su anciano padre, que asentía emocionado con la cabeza.


- Pero mi niña, ¿qué te ocurre?, no eres tú desde que volvimos del zoco.
No puedo creerme que lleves tanto tiempo callada y con los ojos perdidos ¿estás enferma?, preguntaba Jalilla mirando preocupada a su ama.
- ¡Hay Jalilla! No sé qué me pasa, mi mente tiene aún clavada la mirada del joven que vimos esta mañana.
Cuando lo vi, todo se paralizó y de pronto corría fuego por mis venas haciéndome estallar el corazón en cada latido, como que me sentía flotando en el paraíso junto a él.
¡Qué sensaciones Jalilla, jamás las había sentido! ¡Hay, que pequeños se quedan ahora los versos que tantas veces hemos leido de Ibn Zaydun cuando hablaba de su amor! Es más, no encuentro palabras para describir lo que siento por ese desconocido que ha inflamado mi alma con solo una mirada. Escribiría mil poemas ahora mismo y aun así se quedaría corto para expresar todo lo que se ha movido en todo mí ser.
¿Jalilla, qué hago? ¿cómo podría volverlo a ver? - No lo sé, mi niña bonita.
Tal vez podríamos volver al zoco y preguntarle al mercader de las telas si lo conoce.
- ¡Si, si Jalilla, en cuanto acaben las fiestas de la boda de mi hermano iremos al zoco!
Eso será en…. ¡4 días! ¡que impaciencia! - Señora, dijo un sirviente desde la puerta de la habitación.
- ¿Qué ocurre Ahmed? - La esperan fuera, han venido a traerle algo.
- Gracias. Jalilla, vamos, seguro que son las telas.


El último día de los esponsales del hermano de Noor, su padre la llamo a su presencia.
- Hija, siéntate, es muy importante lo que tengo que hablar contigo.
- Si padre, dijo Noor mirando intrigada a su padre.
- Jalilla, no te vayas – dijo muy serio – siéntate tú también.
A partir de ahí, Jalilla solo observaba a su querida Noor, como le iba cambiando la expresión de su rostro y se le entristecía la mirada.
Aún no habían terminado las fiestas de los esponsales, cuando el padre de Noor les informó de que tenían que preparar todo urgentemente para viajar a Izn-Rand Onda (Ronda).
El Rey le había encargado una importante misión en aquel Reino, por lo que la partida era inmediata e inexcusable.
No podía precisar el tiempo que estarían allí, si 6 meses o un año. Jalilla pensaba: ¡qué más da el tiempo!, miro a mi niña y el corazón se me va partiendo poco a poco de ver su pena. ¡Pobre mía, como asiente a todo lo que su padre le va diciendo, sin hacer un solo gesto de protesta, pero con las lágrimas a punto de correr por sus mejillas! Una vez que les explico los planes inmediatos de su salida y todo lo que tenían que preparar, salieron de la sala y ahí ya Noor no pudo contener las lágrimas. Despacito se dirigieron a los aposentos a preparar todo, llorando desconsolada Noor y aguantando las lágrimas Jalilla, las dos abrazadas y muy tristes, una por ver a su niña con la ilusión perdida, la otra porque no podría saber más de su amor. Con esos ánimos hicieron el viaje, no sabiendo que estaba más negro cuando llegaron a su destino, si los pensamientos que las abrumaban o la noche que les pilló en el camino. - Mi niña, no llores, mañana, ya de día, vamos a conocer el lugar.
Me han hablado muy bien de Ronda, dicen que es casi el paraíso – trataba de consolar la esclava a su joven ama- -
No Jalilla, ya nada me consuela, ya no podré saber quién es el poseedor de mi corazón.
Estoy lejos de todo lo que amo.


- Mi princesa, ya verás cómo pasa rápido el tiempo.
Es solo un año ¿Qué es un año comparado con todos los que te quedan por vivir? Estamos en primavera, ya verás cómo sin darnos cuenta estamos volviendo a Sevilla.
٦
Un año difícil.
El Rey de Ronda había sido encarcelado en Sevilla y su hijo había tomado el poder.
- No sé cómo mi amo puede tratar con ese hombre tan ambicioso, déspota y cruel, pensaba Jalilla.
Jalilla observaba como Noor iba dejando de ser una niña y se iba convirtiendo en una mujer.
Como entendía la difícil misión de su padre en aquella Corte y olvidando por amor a él su dolor, se dedicaba a atenderle y alegrarle los pocos ratos que le dejaban las difíciles y delicadas tareas que tenía encomendadas.
El resto del tiempo, que era mucho, ambas se dedicaban a conocer el lugar ¡Hermoso, por Allah! se decían cada vez que descubrían un rincón nuevo.
Una gran planicie, alta, muy alta, cortada por varios lados como por un gran cuchillo, que dividía la ciudad en dos y que un pequeño, pero robusto puente unía.
Puente muy animado por el tránsito de animales y personas.
Se mirase por donde se mirase, los paisajes eran imponentes y hermosos, todo rodeado de montañas.
Por medio de aquel tajo pasaba un rio, no tan grande como su querido Guadalquivir, con un curioso nombre: wadi al-laban (rio de la leche), que nutria una amplia zona con sus aguas cristalinas, llenas de saltos. ¡Cuántos buenos momentos pasaban caminando por la vera de su cauce! El tiempo corría como el rio que les acompañaba y sin darse cuenta ya florecían los almendros y después de ellos empezó a florecer el campo entero.

Por la experiencia Jalilla sabía que cada vez que su amo llamaba a su hija y le hacía quedarse, es que el mensaje iba a ser muy importante.
Esta vez debía de serlo, y mucho, por el rostro serio y triste del señor.
- Querida hija, vas a cumplir el mes próximo 19 años, ya es hora de que te cases.
He convenido tu matrimonio con el jefe de una rica familia de mercaderes de Sevilla… - ¡Padre! – protestó Noor poniéndose de pie. - Hija, entiéndeme, es lo mejor para ti.
Respondía el padre cogiendo con cariño las manos de su querida y única hija.
- ¿Padre, me apartas de tu lado? - Si hija y con mucho dolor, pero tal y como está la situación en esta Taifa, temo por tu seguridad, por eso quiero protegerte y la mejor forma es asegurar tu futuro lejos de las intrigas de la Corte.
Tu prometido es un hombre muy rico que te va a garantizar una buena vida. He podido hablar con él y es un hombre muy educado y culto, muy adecuado para ti. - Padre, no quiero contrariarte porque te amo profundamente y daría mi vida por ti si fuera necesario. Es tu voluntad y sé que tú quieres lo mejor para mí, confío en tu criterio y acepto tu decisión, dijo la joven convencida, pero embargada por la pena.
- Hija – dijo abrazándola fuertemente- no te imaginas el dolor que siento de solo pensar que te voy a tener lejos, pero es lo mejor para ti.
¡ya verás! Jalilla, prepara todo, salimos en dos días, la presentación se hará dentro de 7 días y los esponsales serán en un mes.
Hay que tenerlo todo bien preparado, lo dejo todo en tus manos.
- Si señor – dijo saliendo de la sala, dejando a su querida Noor abrazada a su padre.
Que orgullosa se sentía de ella; como antepuso el amor a su padre a todos sus intereses y planes.
- Mi niña es muy lista- iba pensando Jalilla - y conoce bien a su padre, un hombre noble y muy sabio, confía en él y sabe que nada de lo que su padre determine para ella va a ser negativo para su felicidad.
Con esos pensamientos, que la animaban, salió rápidamente a disponer todo para volver a Sevilla.


Ultimando estaban el atuendo de Noor, que aunque se veía muy bella, no podía reprimir su tristeza.
Al contrario de Jalilla, que no podía frenar su alegría y emoción.
- ¡Hay mi princesa! ¿pero qué digo? ¡mi reina! ¡que hermosa estás!. Pero mi niña ¡alegra esa cara!
Es un día muy importante para ti, ¡vas a conocer al que va a ser tu esposo!, exclamaba Jalilla retocándole el vestido a su querida ama. - Jalilla, ¿Cómo voy a poder amarle si mi corazón solo conoce a un dueño? ¿y si es un viejo? ¿y si es muy feo? ¡No seré capaz de mirarle a la cara! - Querida Noor, mi niña.
Es cierto que sabemos poco de tu prometido, todo lo que sabemos es que es un comerciante muy poderoso.
He podido saber que es una persona muy educada y honrada; si es todo cierto, seguro que serás feliz con el tiempo.
Yo estaré siempre contigo.
Esperemos que Allah sea misericordioso y ponga ante ti un hombre bueno al que te sea fácil amar.
No sabía si sus palabras la consolaban, lo cierto es que la tristeza no se borraba de su bello rostro.
Solo consiguió dibujar una leve sonrisa cuando llegó su padre y cogiéndola de la mano, le dio un beso. Ya había llegado el momento de dirigirse hacia la casa del futuro esposo para hacer la presentación.


Jalilla ya no hablaba, hizo todo el recorrido silenciosa, observando y describiendo para si cada instante, cada detalle de lo que era para ella uno de los momentos más importantes en la vida de su querida Noor y por lo tanto de su vida misma, pues en su corazón a Noor la sentía como su propia hija: Con que pena hace este camino mi ama, mi querida niña, el recorrido hasta la casa del que va a ser su esposo, ¡qué mirada tan triste y perdida!
Cuando pasamos por la puerta de entrada al zoco, no pudo apartar sus ojos de aquella puerta ¡hay mi niña!, como despidiéndose de todo lo que su corazón anhelaba.
Al dejar la puerta atrás, bajó su rostro y no volvió a levantar la mirada hasta que su padre le advirtió que habían llegado.
Qué bella entrada con una puerta de forja en forma de gran arco.
Dentro se adivinaba un hermoso jardín, que mezclado con el ruido alegre de las voces que nos daban la bienvenida, dejaba oír el sonido del agua.
Tal y como entrabamos pude ver el estanque alargado, lleno de nenúfares y del que brotaban seis chorritos de agua, tres a cada lado, alternándose como en un baile alegre y sonoro.
El jardín lleno de la familia del novio que nos daba la bienvenida y al fondo, medio oculto entre los jazmines y las verdes plantas que daban a la puerta de entrada a la casa, estaba el novio esperando.
Mi niña, con la mirada baja, avanzaba como contando los pasos, del brazo de su padre.
Pararon justo delante del novio, al que aún no podía ver porque tenía a varias personas delante, así que me hice a un lado para verlo….tuve que taparme la boca para que no se me escapara un grito de alegría.
- Hija, te presento a tu futuro esposo Yâzid Ben-Abud Mi niña, ya decidida y resuelta con lo que el destino le deparará, levanto sus ojos y al ver al que iba a ser su esposo, la expresión de su rostro lo dijo todo.
Abrazó a su padre, me buscó con la mirada, ¡estaba tan feliz y radiante! Dio un paso y se situó junto al que iba a ser su marido, aquel joven que un día se encontró en el zoco y al que con una sola mirada dio su corazón.
 
 



 



 

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