GRANADA Y EL AGUA
“Baja el agua, de la cumbres sedosas
que nacidas en las raíces del cielo,
fugando en la falda de terciopelo
nevada, saltarina y caprichosa
el agua llega, mojando tu pelo
balcones de la Alhambra presumidos
negadme si dormís enamorados
decid que por el agua habéis matado
y desangrar tu orgullo malherido
muros de tierra y agua condenados
Generalife de besos gastados
que en tu vientre se derrama fluida
jardín de moros y reinas perdidas
réquiem de aromas de estanque dorado
te lloran las fuentes desconocidas
entrañas del Albaicín desangradas
vomitad la esperanza que ya os queda
que en los cármenes la hiedra se enreda
porque el alma tienes abandonada
va gritando el agua ¡que no suceda!
mientras el Genil, te siga mojando
verde esmeralda, tus rojas mejillas,
mujer que llora lágrimas de arcilla
hermano Darro, seguirá esperando
a que vayan a lavar las chiquillas.
Llora el agua sola Granada entera
orgullosa del líquido tesoro
que fue balneario de Boabdil el meso
que llegando la diosa primavera
su verde vestido se cubre de oro,
Granada y agua, amor que nunca muere
idilio de hojas verdes armonía
romance de Lorca, con la poesía
donde a Irwing el duende le sugiere
cuentos de agua mansa, fantasía”.
José Román |
Gritos al viento
“La nostalgia en el viento
sustrae el aroma añejo a mi memoria,
sudor a paso lento
como una humilde noria
sacaba Agosto, cada año la historia,
el esparto sudaba
entre pecho y espalda pregoneros,
una garganta gritaba
entre yeso y albero
bajo la sombra agudo de un sombrero.
¡Garbanzos y avellanas!
los umbrales perennes repetían,
eco de sevillanas
la siesta interrumpían,
y los zaguanes y cierros se abrían.
Cuartillas y medías
venden callos y fatigas pasadas,
mientras que el agua fría,
de esperanza mojada
daba un suspiro a una espalda cansada.
Talegas boquiabiertas
medidas hambrientas de sal y harina,
las carteras cubiertas
de polvo en la cocina,
encías maltrechas y esmalte en ruina.
De austeridad los dientes
en la feria, escapar han podido,
del sudor de la frente
del esparto curtido,
comprar ilusión, la que hemos sentido.
Gargantas estivales
bajo mi tórrido dios escalonado,
eco de los gredales
a sol lento tostado
en cada esquina que un grito ha doblado.
Sandalias que gastadas
a cada paso del tiempo implacable
de esto no queda nada
un recuerdo imborrable
de esos pregoneros inolvidables”.
José Román
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