Llanto por Federico García Lorca
I
En un paredón de olivos
mataron a Federico,
cien gitanos, sombras negras,
acompañan su martirio.
Corren diez balas de nácar
por su cuerpo inmaculado,
su cuerpo inmarcesible
de algodón destrozado.
Que no quiero verlo, que no.
La luna baja al barranco
dejando enlutado el cielo,
fugaces estrellas lloran
de la tierra al firmamento.
Que no quiero verlo, que no.
En la noche rota vuelan
pájaros ciegos de luto,
alforjas de barro esparcen
el dolor por el aire sucio.
Lágrimas suaves de jazmín
tejen un manto en la arena,
con las sierpes y las raíces
para recoger su pena.
Que no quiero verlo, que no.
II
El motor de un camión rompe el sueño
en la fría madrugada.
Una fila de sombras de odio apuntan
en la fría madrugada.
Banderas de luto anuncian la muerte
en la fría madrugada.
En la fría madrugada.
En la fría y sola madrugada.
Alumbra luna de azafrán y plata
en la fría madrugada.
Aguijones de metal abren su piel
en la fría madrugada.
Saetas de plomo cruzan su cuerpo
en la fría madrugada.
Alza la mirada ante el vacío
en la fría madrugada.
Manantial de rosas rojas su pecho
en la fría madrugada.
Ríos de jazmín nacen en sus ojos
en la fría madrugada.
Limón en flor su ultimo aliento
en la fría madrugada.
La escarcha acaricia su pelo
en la fría madrugada.
En la fría madrugada.
En la fría y sola madrugada.
Las raíces del olivar su lecho
en la fría madrugada.
Un mar de cal ahoga su sonrisa
en la fría madrugada.
La arena sobre el cuerpo su mortaja
en la fría madrugada.
En la fría madrugada.
En la fría y sola madrugada.
III
De estos dedos ya no nacen
ni canciones ni versos,
mis manos yermas se secan
como la cuna que mezco.
Mi voz ya no es mi voz
ni mi cuerpo es ya mi cuerpo.
Estas heridas que me arden
sangre que ruge al viento,
despeña en los altos montes
de la luna su lamento.
Mi voz ya no es mi voz
ni mi cuerpo es ya mi cuerpo.
Estos ojos ya no brillan
llenos están de desierto,
dos cuencos de tibia plata
cubiertos de sufrimiento.
Mi voz ya no es mi voz
ni mi cuerpo es ya mi cuerpo,
las palabras se hacen mudas
y el silencio eterno.
David Romero
|
13 de Abril de 1931
Descansa, compañera, descansa,
mañana llegará el momento
de dar un vuelco a la balanza.
Disfruta, compañera, disfruta,
no estas sola en esta lucha,
miles de personas te protegen
y desde el cielo te observan.
Aries, Luna, Leo...
Duerme, compañera, duerme,
mañana conocerán tu nueva
y como la nueva Mesías
te recibirán con palmas.
Y observarás
como tiemblan, compañera,
porque de miedo temblarán
la Iglesia y la Burguesía.
Nana, nanita, nana...
Duerme, compañera, duerme,
como agua de mayo llegarás,
antes de tiempo, eso sí,
haciendo crecer las ilusiones.
Y observarás
como tiemblan, compañera,
porque de alegría temblarán
los Campos y las Escuelas.
Nana, nanita, nana...
Descansa, compañera, descansa,
mañana llegará el momento
de dar un vuelco a la balanza.
David Romero
Yo me senté en una piedra
En un camino de arena,
a orillas del olivar,
sentado en una piedra
canta desgarrado un hombre
en la soledad de la era.
Por no tener donde sentarme
yo me senté en una piedra.
Un trozo de pan con queso
y aceitunas su cena.
La piedra era tan pobre
que se rompió por varias partes.
Su manta la fría luna,
su cama la tierra dura.
Pobre del hombre que es pobre.
David Romero |