POEMARIO
DE POEMAS PARA CONCHITA
IN MEMORIAM
Estábamos llegando
casi a nosotros mismos,
a esa manera de sabernos,
de habernos encontrado,
de visitarnos, de aclararnos,
de conocernos,
y estábamos incluso más vacíos,
por esa muerte que te incumbe
y que me llama,
como una voz que adora
un pájaro fugitivo;
amiga, qué soledad me dejas…
Como los mares que se ajustan
a las heladas hélices,
a las pequeñas manchas
de azul en los cristales;
como el invierno que se nutre
de la vida transparente,
o una respuesta inerte
entre Dios y la vida.
Estábamos deshilachando
los más lejanos horizontes,
las palabras que abarcan
unos cánticos sacramentales,
la tinta de un poema,
la nostalgia insensible
de haberte desandado;
estábamos sucediéndonos,
irrealizándonos,
eternizándonos,
en la villa triste y fantasiosa,
o en la presencia de las mariposas.
Estábamos contando, en un final,
otro final donde tú ya no estabas.
HOY DIOS PUEDE LLEVARSE LO QUE QUIERA
Hoy Dios puede quedarse lo que quiera.
Si ella no está ya en su ventana,
si yo no la viera asomada a su ventana,
que Dios se quede el universo,
su ventana, sus rejas,
sus claveles colorados;
o la brisa del aire, los ríos, los colores,
los bosques, los paisajes, los suspiros...
Que Dios se quede todo lo que amo,
la lluvia, la tristeza, la dulzura,
la eternidad, la rosa, la marea...
Pero si ella estuviera en su ventana,
oh, Dios, si yo la viera en su ventana,
que el mundo se detenga,
que las montañas canten,
que los parques se llenen de palomas.
Porque Dios estaría en lo alto,
repartiendo violines y corazones.
Porque la vida no terminaría
en un sueño de eternas voluntades...
TE VOY A RECORDAR MIENTRAS LA VIDA QUIERA
Te voy a recordar mientras la vida quiera.
Mientras las flores nazcan,
mientras el humo descienda a nuestros ojos,
mientras la lluvia moje la cortina,
mientras la noche cubra de tinieblas,
mientras el hombre no se vuelva humano,
mientras el mundo siga dando vueltas.
Te voy a recordar mientras la vida quiera.
Mientras se sigan yendo los veranos,
mientras el corazón no se me rompa,
mientras los cielos sean transparentes,
y las guerras no acaben,
y la distancia nos destroce;
pero si ya las flores no nacieran,
y el humo no bajara a nuestros ojos,
y la lluvia no mojara la cortina,
y la noche no cubriera de tinieblas,
y el hombre fuera siempre un ser humano,
y hasta el mundo dejara de dar vueltas,
y los veranos no acabaran nunca,
y el corazón al fin se me rompiera,
y los cielos no fueran transparentes,
y las guerras terminaran,
y la distancia no llegara a destrozarnos;
entonces, yo inventaría de nuevo lo perdido
para que no te fueras de mi lado...
LA VOZ INCONSOLABLE
Hace tanto, dolor, que no te llamo,
que no desapareces de mi vida,
y hace tanto que siento la perdida
caricia impronunciable de tu mano.
Dolor, mátame ya, ¿no ves que en vano
ha sido el sufrimiento de mi herida?
Dolor, no te consumes, no es sabida
la voz inconsolable. No te amo.
Dolor, no te detengas. Dulcemente,
clávame tu puñal de despedida.
Entrégame la rosa entristecida,
y emprendamos camino hacia la muerte.
Dolor, no me acompañes, desalmado,
conquista otro dolor que no es el mío.
Dame la fría llave del vacío,
y el corazón sin luz que me has robado.
CREÍ RECONOCERTE
Yo digo que Conchita no es cualquiera.
Conchita es el invierno, cuando nieva,
el pueblo y la caída de las hojas.
Conchita es simplemente mi Conchita,
con su canto perenne y delicado.
Quién pudiera encontrarte, dulce amiga,
por el camino de los ruiseñores…
Si supieras, Conchita… La otra tarde,
creí reconocerte en otros ojos…
PERCEPCIONES
Llegas a mí, Conchita,
sin hacer ruido;
giras en torno a mí.
Gracias, Conchita.
Has venido a decirme
que la vida es sencilla,
que no tiene sentido
no vivirla.
Tu alma se refleja
en lo que amo,
en todas las caídas
y añoranzas,
en la distancia firme
y confiada,
del corazón ausente
y de las rosas.
PENSAMIENTOS
A veces pienso que llego hasta tu muerte,
para rogarte: amiga, no te mueras.
Entonces, tú me miras, te convenzo,
tú no te mueres más, y al otro día,
nos reímos del mundo y de las cosas;
y vuelvo en sí, Conchita. No he llegado…
VIVA
Conchita, mi Conchita, ¿sigues viva?
Yo creo que estás viva, dulcemente,
y me dicen tus labios: Sigo viva,
ya no lo dudes, Juanmi; viva siempre.
AMIGA
He conocido la amistad contigo.
Antes, los ríos quedaban encallados
y los montes se abrían,
y los mares eran calmos.
Pero llegaste tú, con tu sonrisa,
con tu manía de quererme tanto…
LA CANCELA
Éramos dos extraños. Tú, Conchita,
me abriste el corazón de tu cancela,
y yo te puse el mío entre las manos.
Amiga, ¿dónde estás? Tu voz me queda;
me quedan las palabras repartidas
entre mi corazón y tu cancela.
SE LLAMABA CONCHITA
Digo tu nombre sin percatarme apenas
que no digo Conchita, sino amiga;
y estás viva de nuevo solo tú,
como vives en mí, desde hace tiempo.
Y alguien dice tu nombre y no es Conchita,
si es que yo no te llamo por tu nombre.
Miro las calles, pero no te veo.
Conchita ¿estás ahí? Nadie responde…
LA CAJA DE PANDORA
Que la vida se lleve a los amigos...
Yo prefiero vivir con tu recuerdo,
a diluirte en hombros que no lloran,
en cariños vencidos y en palabras.
Yo prefiero guardarte, como el viento,
en la caja invisible de Pandora...
LA MUJER
Hoy me pasó una cosa, amiga.
Una mujer me vino de repente,
elogiando los versos que te escribo.
Pobre mujer, parecía tan triste…
Podría ser que un día, en el pasado,
ella también perdiera a su Conchita…
LA CIUDAD CALLADA
Si yo pudiera volver
a la última noche de tu vida,
te inventaría unos chistes
que no tienen gracia;
me vestiría de payaso
para sacarte una sonrisa,
y después unas fotos y unas copas,
y cantaríamos con la luna
esa canción que te gustaba.
“Dios y sus cosas nos reconocían”
del gran Antonio Gala.
“Haremos lo que quieras”,
te diría sin complejos,
por ser esta noche, amiga,
la última noche de tu vida.
“Recítame ese poema”,
te rogaría insistente,
ese poema que hiciste para mí,
o acaso tú decías que era para mí.
Más tarde, sobre las cinco,
me hablarías de tus problemas,
con esa paciencia innata
que sé que llevas dentro;
y ahí mismo, amiga, te diría
que lo siento,
por no haberme dado cuenta
de lo que te pasaba;
por no contar aquella noche
con las estrellas ulteriores.
Luego, tú me dirías “adiós”,
o puede que ya no,
y caminando al fin por la alameda,
Dios y sus cosas nos reconocerían.
LA FIRME ADORACIÓN DE TU RETRATO
No ha borrado el silencio tu perfume,
ni el viento la expresión de tu mirada.
La vida no se lleva casi nada,
casi nada del tiempo que te tuve.
Acaso en el piano, más de un rato,
se escucha la solemne melodía,
como nadie ha tocado todavía
la firme adoración de tu retrato.
Y es trágico pensar que nada queda.
Tan solo la simpleza del recuerdo,
con su basto mensaje de ironía;
la lluvia, con su canto en Primavera,
la inalterable huella del invierno,
o el saber que te has ido cada día.
LA VILLA
Oigo un sonido lejano
que me llama, a lo lejos.
No es un repique ordinario.
Algún amor ha muerto.
La villa se viste, como siempre,
de olivos y de tierra,
y un antepasado clama
con sus carnes abiertas.
Los niños juegan, curiosos;
los novios pasean,
y algunas mujeres hablan
de sus líricas vivencias.
Los viejos todavía respetan
la hora de la siesta,
y una voz armoniosa
resuena en las callejas.
El río sigue adelante
con su luz amarillenta;
alguien canta, lo escucho.
La villa se queda quieta.
LA LLUVIA
Está lloviendo en la villa.
Suena “Blue Velvet” en la radio.
Estoy pensando.
La lluvia es menos lluvia
sin “Blue Velvet”.
Estamos a domingo.
Hoy no quiero ir a misa.
Me quedaré escuchando
“Blue Velvet”,
hasta que Velvet signifique Velvet,
y hasta que Vinton signifique tú.
PRIMER AMOR
Si yo pudiera ocultar aquellas flores,
las nubes sigilosas y altivas del hastío,
y llenar de arco iris los tejados,
y esperar, junto a ti, la Primavera,
o eternizar las palabras de la noche,
que se derrumban incesantes,
como palomas grises;
¡Oh, amor, si te hubieras quedado!
Pero el río no se detiene;
cruza las montañas y los bosques,
asomando sus alas en el frío invierno,
sorteando las rocas y entonando canciones,
que hablan del sur en sus mejores días...
MUCHACHA EN LA ARENA
Tú vendrías conmigo para
quedarte siempre.
De seguro la villa no te cansaría,
y dejarías a tu novio,
ese que ahora te besa,
mientras yo te miro, muchacha
de ojos claros;
el mar se funde en tu cintura
como una gaviota,
y es que no sabes, muchacha,
que eres mía…
no te vuelvas, no me enseñes
nada, quédate quieta,
con tu hemisferio sencillo
y laborioso,
yo sé que te amo, y sé que
tú me amas,
porque nunca me has visto,
y porque sé que no vives en la arena.
ELLA
Tú no eres como ella.
Te pareces a ella,
pero no eres ella.
Si acaso fueras ella,
sonreirías como ella,
llorarías como ella,
e incluso te besaría
como a ella.
Por eso, no eres ella,
porque sólo eres una villa
que se parece a ella.
MI PADRE
Casi no llegamos
a conocernos.
Tú, con tu vida
y yo con la mía.
Sin embargo, ese niño
que yo era,
te esperaba cada tarde
en las erillas,
y aunque los años pasaron,
y aunque tú no me querías,
confieso que me dolió
que te murieras.
EL VIEJO HOSPITAL
Tú te llevaste a todos los que amaba.
Estaban aquí, aquí, por donde duele,
en esa parte donde no has caído.
Como espuma heredada, me naces de la tierra.
Te vas quedando solo, amigo mío.
Tú también me has ido dejando solo,
sin motivo aparente.
Urdes con malicia, inquina, sin conciencia.
¡Ojala ya te hubieras allanado!
¡Ojala ya te hubieran comido las hormigas!
INSOMNIO
Y ya no volverán la menos diez,
la menos todo, la primera
estación de tus labios, de ti misma.
Resonarán los años estivales,
la magnífica esencia de lo nuestro,
intentando arrasar lo inexistente.
Y acaso me gustaría decirte unas palabras,
y agruparte unas hojas y unos vientos,
o parecerme ridículo este frío
que ha dejado la flor de tu mirada
en los poemas que dejo de escribirte.
Pero todas las voces son iguales.
Las ciudades respiran todavía
en un clamor de intensas y amarillas
luces que se nos pierden en los huesos,
y es que Dios ha querido que salgamos
a encontrarnos de nuevo, mutuamente,
en las oscuras avenidas del olvido.
LA MUERTE DEL TORERILLO
Le cubrieron el pecho
con el capote raso,
con el capote grande,
con el capote bravo.
El torerillo estaba
adolorido y blanco,
con su cara de cera,
con su porte gallardo.
Unas flores tan tristes
como sus frías manos,
en un pueblo perdido,
sin bandera y sin amo.
Pitones sempiternos,
sangre serpenteante.
Amargura y requiebro.
La muerte deseante.
Clamor en los tendidos,
faena entrecortada.
¡Oh, rey del muletazo!
¡Oh, la tarde callada!
Ni amigos que lo lloren,
ni madre que lo sienta.
El torerillo estaba
solo en la casa aquella.
Y un blancor de agonía,
que besaba su frente.
Soledades juiciosas
bajo un cielo celeste,
y una cruz de madera
sobre el lecho sagrado.
Lloraba la muleta,
sobre el ancho costado.
Le cubrieron el pecho
con el capote raso,
con el capote grande,
con el capote bravo.
PALABRAS A CATALUÑA
Cataluña, ¿qué te pasa?
Dicen que te quieres ir.
¿Adónde vas a vivir
como vives en tu casa?
Eres la hermana orgullosa,
malcriada y altanera,
valiente sobremanera,
y un poquitín caprichosa.
Yo sé que todo es en vano,
te lo digo de verdad.
Hablas de tu libertad,
y nunca de tus hermanos.
Qué prisa tienes, mujer.
Puede que ya no me quieras,
pero hermana, sé sincera,
¿te volveremos a ver?
Anda ya, con lo picona
que has sido toda la vida...
Eres, hermana querida,
mi banderita española.
Venga, hermana, no me dejes.
Déjate de tonterías.
Ya lo hablamos otro día,
y acaso te diga: "Vete".
Pero quiero que seas tú,
que nadie te manipule.
Hermana, tú no te apures.
¿Sigues queriéndome aún?
No escuches al que te engaña.
Coge mi mano, hermanita,
y aunque no quieras, tú grita
con tu hermano: ¡Viva España!