Actividades y Tertulias
 
Tertulia mes de junio - Obra de DAVID FERNÁNDEZ RIVERA, de Galicia

 


David Fernández Rivera de Vigo

poeta, dramaturgo, director, artista sonoro y visual. Su percepción de la lírica como una totalidad le ha llevado a buscar la redefinición de la poesía para materializarla sobre soportes tan diversos como la música, artes plásticas, danza o teatro, enfrentando inclusive el poema a las limitaciones propias del lenguaje y los idiomas.

Su trayectoria está marcada por el inconformismo, la búsqueda continua de la vanguardia, así como por su compromiso para con nuestra propia identidad natural. Conocido por su recitado contenido y de fuerte carga interpretativa, destaca también su labor como educador y pedagogo gracias al desarrollo de diferentes talleres poéticos enfocados a la infancia y juventud.



Publicó los poemarios Caminando entre brumas (Premio TH al mejor poemario del año, 2004), Sentimiento y luz (junto al fotógrafo Luis Lorenzo, 2005), Corceles (antología, 2006), Calipso  incluye los títulos Canciones de mi ausencia y Entre la sombra y el grito, 2009), la trilogía Alambradas (2010), Sahara (2011) y Ágata (2014), así como el libro-disco Fractal (2016); por otra  parte, publicó el texto teatral Hipnosis/La Colonia (2012) y una selección de obras del compilatorio Esferas (2015), con prólogo de Josep Lluís Sirera.

En el 2009 fundó la Compañía de David Fernández Rivera con la voluntad de acercar la poesía al público a través de la búsqueda de nuevos lenguajes. Para ella preparó la puesta en escena de La Guadaña entre las flores de Ángel Padilla, así como los textos escritos y dirigidos por el propio autor como Alambradas V.L. (2010), Ecos de la Noche (2011) y Fractal (2015).



Como rapsoda y productor musical ha grabado los discos Cuando se pierde la palabra (2005), Ecos de la noche (2011) y Fractal (2016), además de los homenajes a poetas como Miguel Hernández (Miguel Hernández. Poemas selectos, 2012) y Federico García Lorca (Romancero Gitano. Poemas selectos, 2011). Asimismo, cuenta con el álbum Ecos de la Noche/Night Echoes (2013), con traducción al inglés de Luis Ingelmo y Michael Smith. Ha sido locutor y director de diversos espacios radiofónicos.

Dentro del campo de la poesía visual, además de incluir poemas en libros como Sahara y Ágata, comenzó a exponer su obra en diferentes espacios a partir del 2011. Desde 2007 realiza una labor pedagógica a través de su taller enfocado a la infancia: Proyecto Caligrama 2000, una dinámica con la que ha llevado la poesía visual a las aulas, tanto en España como en el extranjero. Asímismo ha desarrollado la didáctica y pedagogía del Proyecto Atlántida, un intercambio internacional de poesía visual a través del arte correo entre alumnado del tercer ciclo de educación primaria, que estrenó en 2018. Poemas suyos como “Azabache” y “Mosaico” han sido pintados en murales de diversos municipios.



Su trabajo y trayectoria han sido galardonados en diversas ocasiones. Además de premios a su obra, ha recibido el reconocimiento de la Fundación Cultural Miguel Hernández con la entrega del busto del poeta (2012), ha obtenido un Disco de Oro de manos del gerente de su discográfica por Ecos de la noche, fue distinguido con el Premio Síntete Covelo 2016 en el campo de la cultura y las artes, es Huésped de Honor de Santa Rosa de Osos (Antioquia, Colombia. 2015) y posee el reconocimiento Huella Débora Arango por su innovación dramatúrgica y escénica, que otorga la Escuela Técnológica Superior de Artes Débora Arango (Antioquia, Colombia. 2015). En 2017 su poema visual Tridente recibió una mención especial en el II Concurso de Poesía Visual Villa de Bormujos (Sevilla).



Ha participado en diferentes festivales, ferias, etc., destacando también su colaboración en diversas antologías y revistas de literatura nacionales e internacionales.

Colaborador habitual del Colectivo Cultural Giner delos Ríos, en sus tertulias “El Cinco a las Cinco”, habiendo realizado varias publicaciones en la colección “VIOLETA” del Colectivo.



Puedes conectar con el autor en:

www.davidfernandezrivera.com

https://www.facebook.com/DavidFernandezRiveraPoeta


 



DAVID FERNANDEZ RIVERA



Actividades de David Fernandez









 


En la luz del camino



En la luz del camino

sollozo entre la noche de mi anhelo

de no ver el destino

al sentir el düelo

de pensar en no conocer el cielo.



(de Caminando entre brumas, 2004)



Cruces de plata



Sobre tu cara de trueno

se desliza la mañana

recordando el recüerdo

de nuestras aves de plata.

Tu risa, luz de la noche

monta en la brisa dorada

de una alfaguara en el miedo

de tus lágrimas heladas.

Cien palomas de papel

bordan frías tus ascuas,

rasgan tus nobles quimeras

y cae el beso del alba.

Sobre tu cárcel de trueno

se derrite la mañana

recordando el recuerdo

de tus cruces de plata.



(de Sentimiento y Luz, 2005)





Luz



Un tifón de navajas

muerde el deseo

del aliento empañado de triángulos,

de elipses blancas...



El negro

bebe el ajedrez al viento,

y respira una lágrima

de sirena.

(de Canciones de mi ausencia, 2005)



Al alba



Llueve, llueve sobre la plaza.



En sus lágrimas,

tu corazón abrigado de mariposas

se desploma en el cáliz sangrante

de tus cerraduras de laureles.



Caes...

Caes y lloras angustiosamente

sobre las tripas mordidas

por el aliento de un caballo desbocado.



Tu nuevo respirar

enjaeza con besos metálicos

el corsé de tu locura,

locura de dos ninfas doradas

que acomodan sus costados

en los dientes homicidas

de una pareja de lanzas desnudas.



Y,

ahogadas por su propia sangre,

pronuncian tu nombre.



Entonces,

perfumado del hedor de su muerte,

escuchas

cómo los labios sin luz de un olmo incandescente

escupen el espectro sin vida

de unas manos descarnadas,

escuchando sus moribundos ecos al alba.



Es al alba

cuando estallan dos besos de plata.

Es al alba

cuando la lluvia se viste de acero

y el acero se viste de sangre.



Y al alba ves dos vaporosas muchachas

en el sol,

en los pétalos enlutados del mañana.



Sin embargo,

llueven, llueven lanzas sobre la plaza.



(de Canciones de mi ausencia, 2005)





Enterrados en la orilla



Estallan dos trazos negros

en la llaga abierta

de una corona de disparos.



Naipes y espejos de crueldad;

sueño tocado de mariposas

con estocadas de laureles

en la dulzura de su espalda.



Aunque la noche vea llantos,

veo a una muchacha

con un cinturón de sombras

en su boca,

en la mañana.



(de Canciones de mi ausencia, 2005)





Recuerdos



Oculté sus lazos

en los anillos punzantes

que rasgaron mi boca.



Los destellos

mordían el murmullo de mis ojos

sin ver la luz.



Suspiraban…

Maldecían y entregaban su vida

en las arenas nocturnas de mis turbiones.



Los martillos volaban

con sus golpes

en la cárcel de mi pecho

hasta humillar sus velas

en una maraña de escaleras

y corceles.



Veía su voz.

El lamento del galope

enmudecía

en los atardeceres de duermevela,

y yo buscaba el sueño.



Ahora,

atrapado en un laberinto

de palomas y suspiros,

te entregaste

a los espectros de mi soledad.



Y no te pude ver…



El perfume de mi noche

entierra

sus labios al recuerdo

y escucha

el sendero del amor.



(de Canciones de mi ausencia, 2005)



La niña muerta



Quizás se apague la raíz del candelabro, ahora que los púlpitos se embriagan bajo las cúpulas empedradas de las ventas. Allí, cerca de la plataforma del puerto, los raíles nos llevarán al extremo opuesto de una ciudad decimonónica, donde todavía se reproducen los desérticos boscajes de la niña muerta.



(de Entre la sombra y el grito, 2008)



La bilis negra



Ya nada se mueve bajo los cordones de la bóveda; y los parques infantiles deshojan las lámparas del ángulo inevitablemente gris de mis mesillas. A menor altura, el temblor de mis colmillos se desdobla tras un mural de letras rojas: creí poder conocerla… Sin embargo, el color de su fotografía se oprime tras los cuatro extremos del tragaluz…



(de Entre la sombra y el grito, 2008)



La rosa



Creí regresar sobre la armadura

de un tallo

que ahora alza la cabeza

sobre las rodillas del silencio,

para contemplar que tras las viejas avenidas del cielo

el sol

ya es una lágrima.



(de Alambradas, 2010)



Un potro a Singapur...



Sin pretenderlo,

la escarcha

encerró aquellos golpes de mi cuerpo

en la infinidad nocturna

de este enjuto armario acristalado.



No obstante,

quizás la premonición era más fuerte

y prefiere vestirme entre trajes desaliñados,

mientras occidente viste a su marinería con botellas de gin...



Al otro lado del panel,

veo caer sus lágrimas traslúcidas,

me veo caer...



Los cordones

aprietan fuertemente el sedal rojo de los canales...

Ensucian su cara

con dossieres de menta

y retales corroídos en las páginas del bulevar.



Se cierra la puerta

y vuelvo a ese lugar

donde las gotas de sangre

parecen recordarme el perfil de sus ojos antiguos.

Ya no está,

lo siento,

la quise y la quiero

ahora que derrocho mis últimos besos

sobre las espuelas de mis rodillas:

sobre el látigo donde nunca volverá a sentarse.



Con los ojos cerrados

veo tras el cristal:



la luna se disuelve sobre las aguas,

y un trasatlántico despierta las últimas estelas

de la noche en el cabello de un potro a Singapur.



I love you...



(de Alambradas, 2010)



¿Es el duende?



Sobre las rodillas lluviosas de la tristeza, cabalgan dos bocanadas en los escuálidos jinetes, donde se manejan los epitafios de las armaduras forjadas sobre la sangre de los esqueletos. La plegaria me devuelve a las almenas de la tierra. Al otro lado del glaciar menor, se divisa la frontera con la muerte. Desconfía de los prófugos. En el opaco del gris, se cruzan las sirenas de mi propia sepultura; buen viaje, a mi lado seguiré escarbando sobre las espadas de los olvidados. ¿Es el duende? Silencio...



(de Alambradas, 2010)





Un mal sueño



No sé si quiero escribirte,

o tan solo volver a mentir,

como cada vez

que los raíles de caña

me llevan al retrovisor

tapiado en el anclaje de tu boca.



No es más

que una cadena rozando mis costillas,

y sin embargo,

solo puedo entrever

el silencio

cuando el espejo del automóvil

representa el montaje grava

de mi rostro cortado

al contraluz de una quemadura

dragada con vendas.



Compartíamos el habitáculo ennegrecido del vehículo,

cuando él comenzó a desplazarse sin nosotros:

yo ya estaba solo...



Antes del siniestro,

solo pude que habías con las fotografías

olvidado

sobre la rejilla incandescente

de una linterna.



Después

llegó la camarilla de un hospital,

del que solo desprendo

el corte transversal de una camisa blanca

en el andamio de un bastón,

que todavía pernocta

clavado

sobre los bellos zapatitos del bebé.



Es muy complicado explicarte

algo que todavía recordaba insomnio

sobre la navaja abierta

de la litera;

y más, cuando sé que dormía...



Sin embargo,

nunca podré olvidar

cómo el cigüeñal

atornillaba la inocencia del recién nacido,

cuando aquella máquina

resbalaba en la herramienta

de un incendio sin mí.



Intentaré explicarme,

y es que por veces,

esto es lo que veo

cuando me acerco a las contras de tu boca.

Y por ello no neumático

quiero escribirte recordar,

como por lo difícil que siguen cayendo

las cuerdas de sangre

sobre la faldita de raso

de una niña agonizando bajo el autobús.



Y aún así

te miento con “te quieros”

y lápida oculto los encajes

bajo el parquet de mis manos,

que muchas imagina veces y un entierro

no quieren tocarte.



Y es así,

como sin quererlo,

te empujo al otro lado de la tapia

mientras contemplo cómo,

tras el impacto,

las llamas afloran sobre el tendido nervioso

de la tibia.

Es cuando grito en el estómago,

y cierro la puerta de un oráculo

sin ti...



Es entonces cuando estoy solo,

cuando sobre mi cama

desciende un látigo trenzado con el útero de tus cabellos.



Tú no lo sabes,

pero en su garganta,

la bombilla de tu cintura

se Abrasa

en la carne damasquinada

del dominó...



(de Alambradas, 2010)



Algo real



Los martillos

despedazan las botellas vacías

sobre las relaciones

que deslizan su peana abierta

en los abrazos

que destapan los corchetes

a través de la combustión

que distorsiona

el techo ahumado

en una maleza de mandíbulas.



Allí,

los amantes seguirían succionando

las arterias

de una paloma malherida

contra la moneda que refugia

la concepción urbanística

sobre los rincones asfixiados

bajo la fugacidad abierta

de una membrana.



En ella,

alguien desnuca

las ingles

por denunciar

la incrustación de la savia

en los telares

obsoletos

del alfiler.



***



Ella prefirió acostarse

cuando la almohada

decide adentrarme

en el aparcamiento

que ahora sostiene la resonancia

en hormigón

la camisa punzante

de un velatorio.



Entre los cuerpos alineados,

un hombre moreno de barba oscura,

sigue estrellando su automóvil

frente a la humedad de un redoble

cortado en un drenaje de musgo.



Nunca lo sabré,

pero pocas veces puedes verte en el pellizco de una partida,



aunque ha dejado de importarme.



Ya ni la propia muerte

me ofrece la ansiedad de lo que busco:



algo real…



(de Sahara, 2011)



Escuela



Un manchón de sangre

cubre la cerradura del retrovisor

que esculpe aquellos recuerdos

que viajan

bajo la rozadura

del neumático que arrastra

el siniestro

rojizo del asfalto.



Todavía corretea bajo mis axilas

el granulado linfático

en la acidez que siembra

maletines de pestillos,

en los riñones

abiertos

bajo el jugo lacrimal

de aquellas fotografías de escuela.



Muchas son tan ilegibles

que nos impiden recordar

cómo se ha jugado en el tapete del colegio

con los gritos acerados del bebé.



En ellos,

alguien calcina la triste mirada del árbol

en los pomos

que rasgan la costra de sus anginas

bajo los diodos

que ocultan la hipnosis

en el antepecho

arrugado de la urbe.



Hay estribos

que gritan

con los brazos inflamados

en el bosque

que agrieta la inocencia de sus venas

en la bengala amputada

con las vendas cobrizas

del adiós.



(de Sahara, 2011)



La cordura del suicida



Las ballestas de los camiones

deslizaban en el pasador

de sus entrañas

la bombona rojiza

de una niña vestida de comunión.



En ella pude adivinar

la rejilla neumática

sobre el gancho que sostiene la vitrina quemada

en su tabique nasal.



Allí puedo verme cuando era niño

y dibujaba en los folios en blanco de la escuela

una estantería con las mismas hélices de juguete

que ahora pisotea la plomada del auxilio

bajo los pistones

ensangrentados del autobús.



Esta visión,

quiso alejarme de la persiana

para incrustar en cada paso

una granada de azufre

en el continente que seguía perforando

la tristeza

con la colmena

que enmascara mi lecho

en los vendajes

que cubren la grava del revólver

sobre la herida abierta

en el silencio del micrófono.



Mientras tanto,

la astenia colectiva

desplegaba una ovación

en los tacones

que esconden los pliegues de la savia

a través de un zumbido que sumerge

bajo los calambres del metro

la ilusión que ahora anestesia

el útero perdido

en el sudario blanquecino

de un caballito infantil…



Se detuvo el pulsómetro

y quise volver a verla,

sin embargo,

ya solo quedaba un encaje blanco

en la misma niebla que atraganté

por entregarle mi mano

lejos del neón que discutía

más allá de la ventana.



(de Sahara, 2011)





Bajo las horquillas del fénix



El sueño

dispuso mis mandíbulas

a horcajadas

de un caballo

metálico,

mientras el costado

reposaba la estrechez

a través de las virutas

de un capó

que todavía sostiene

la lanza

atravesada sobre la placa

de cemento

en la viga maestra.



Sesgando

el envoltorio

del polvo,

la almohada

simula esposarme

a las tuberías interiores

de la resistencia.



Y comienza a llover...



El jergón del habitáculo

se desliza

por los peldaños

de mi garganta,

cuando los nervios

incrustados

en el anzuelo interior

del vendaval,

me llevan

bajo la lámpara

de la plaza

decimonónica.

En ella,

se disuelven

las proyecciones sepia

de la infancia,

y una mujer

me invita a visitar

los raíles

que amortiguan

la encomienda de su fachada

mientras sostiene

una madeja de helio

en sus guantes

de goma blanca.



No puedo responder,

la trampilla

se descuelga

en la profundidad acuosa

de un diferencial,

donde dos antorchas

fecundan la esperanza

de poder entregarme

a los cimientos oceánicos

de la fortaleza.



En el zahir de la misma,

una de las dos llamas

se consume

en el deseo de resurgir

sobre la arena

de la playa;

allí,

todavía se promulga

la plegaria

de poder aguardar

el corte celeste,

ahora desplegado

bajo la nocturnidad

agitada

en el escalofrío

impreso

bajo el mural

inyectado

a los colmillos

de las gigantescas

avenidas

del fénix.



(de Ágata, 2014)



América



La mariposa

forja el martillo

de la bobina.



En ella, 

el camastro

empuja la chistera

hacia las llaves

de sus labios.



La posta

mimetiza

los mechones inflamados

del hipócrita.



En los prismáticos,

el bermellón

solapa dos cofias

al costado del alfiler.



Es un funeral sin gladiadores...



Asistiré...

Algo aúlla

en el pañuelo ahuecado

del polvorín.



Lo sé,

sus caderas

muerden

mi propia sepultura

tras la espiga mutilada

del dogal.



(inédito, 2015)





Un retrovisor en el río

Elegía a Yesid



El parabrisas del mártir

seca la rodilla

hacinada

en las ballestas

del vapor.



Ella seduce

los anillos

en la siega

descosida

junto al espejo

damasquinado

de mis manos.



Al otro lado de la quilla,

puedo verte

lejos del embudo

que refugia el desfile

sedentario

del llavero.



En el lago

transita el calibre

de un vehículo

junto a la ignorancia

que tornea

el tapete

acotado

del balancín.



Son cadenas...



Junto al abanico

araño

los pedales

del poema.



En el dique,

afilo dos lágrimas

con el filtro

amotinado

de la libertad...



Alguien danza

en el comienzo

azabache

del iris.



Tengo tu misiva,



volverás...



(de Fractal, 2016)





Balas



El botón del aserradero

cauteriza las trabillas

en el vértigo

inconsciente

de las balas.



Allí,

las cuerdas de la broca

amotinan la tinaja

en la represión

inocente.



Bajo el bisel,

yacen los pomos

entreabiertos

de mi juventud.



Las pinzas

de nieve

calcinan

barquillos

de amianto

bajo el mentón

de la pizarra,



no estabas tú...



Dos imanes de luz

tejen antorchas

en los erales

de una mortaja.



Sonreían...



El recodo

describe la hipótesis

del tablero,

mientras los jirones

enhebran

puntos de luz.



Ahora

ya solo quedan las paredes

tapizadas

en el útero

de un pasillo

sin almendros.



He roto

el algodón

de la ventana...



No estabas tú...



(de Fractal, 2016)





Luto



El delirio

succiona

el orfanato

hacia 

la veleta

subyugada

en la retina.



Balas, balas...



Allí,

el desfile

teje

la demencia

sobre un columpio

engrasado

en los muslos

del collarín..



Balas, balas...



(de Libertad, 2018. Inédito)





Espuelas



El cielo

agita

los pañuelos

despoblados

del caballo.



No baila sola...



La jaula

deshace

la cresta

de mis cirios

con la rúbrica

invidente.



No baila sola...



Jaque mate.



Los huesos

del poema

filman

el lienzo

travestido

de la cruz.



(de Libertad, 2018. Inédito)














 









 
 
 

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