Andrés Rodríguez González es un extremeño que eligió Ronda como el lugar donde desarrollar su vida. Por lo tanto puede considerarse más rondeño que los propios a los que el destino les ha deparado la suerte de nacer en esta comarca. En la ciudad de Ronda ha formado su familia, desarrolla su actividad profesional como profesor de Instituto de Educación Secundaria y en los Paisajes de la Serranía, en su estudio y disfrute,  se mueve con soltura.
Trata de compaginar su actividad profesional como profesor de Ciencias Naturales con sus aficiones literarias y sus actividades en defensa de la Naturaleza  que él considera  casi como un apostolado. Y una de las formulas que ha encontrado para tratar de hacerlo es por medio del estudio del Paisaje de la Serranía de Ronda. Nada como el concepto de Paisaje reune tan diversos factores y desarrolla tan enriquecedoras facetas.
El Paisaje de una zona, de una comarca o de una región es la suma de factores geológicos, de los seres vivos que lo habitan, de las relaciones vitales que establecen entre ellos, del aspecto humano y su capacidad de modificarlo; a lo que es necesario sumar la sensibilidad en la búsqueda de su protección a través de mostrarlo  y hacerlo atractivo a los demás.
Todo ello se une en Andrés Rodríguez González, conocimiento del Paisaje, dotes de observación, sensibilidad ante sus múltiples facetas (artísticas, naturales, literarias, conservacionistas…), capacidad de relacionarlas y la curiosidad de una persona que está convencido que sólo se envejece cuando se pierde la curiosidad y la capacidad de asombrarse ante un mundo de belleza infinita.
Sólo lo que se conoce se cuida y protege, es una frase que gusta decir a Andrés. También escribiendo se puede proteger aquello que se quiere y, ahora a través de la Poesía, lo intenta hacer el autor que hoy presenta el Colectivo Cultural  Giner de los Ríos.

IMPOSIBLE
Es imposible mirarte a los ojos y no quererte,
por tu mirada limpia.
Es imposible mirarte a la cara y no quererte,
por la belleza de tus rasgos.
Es imposible ver tu cuerpo y no quererte,
porque me parece perfecto.
Es imposible oír tu risa y no quererte,
por la alegría que expresas.
Es imposible sentir tu presencia y no quererte,
por el sentimiento y la dulzura que trasmites.
Es imposible hablar contigo  y no quererte
por la madurez que tienes.
Es imposible coger tus manos y no quererte,
tu piel es recia y la más suave a la vez.

Andrés Rodríguez González

Me has besado.
Por primera vez he sentido tu suave beso en mi mejilla,
ha sido apenas un roce que no puedo describir,
y luego me dices que no te mire de esa forma
¿como quieres que lo haga?.
No deseo besar tus labios,
no deseo tocarte ni acariciarte,
soy tan feliz con tu beso,
apenas un suave roce en la mejilla,
que estoy llena de ti,
no necesito más aunque me pasaría horas contemplándote,
para que me dijeras que no te mire de esa forma
¿cómo quieres que lo haga?,
y más ahora que me has besado,
apenas un roce suave en la mejilla,
como un jilguero con su suave voz marcando territorio,
un suave roce en la mejilla,
no quiero más.
Soy feliz.

Andrés Rodríguez González

A GOLPES DE DOLOR Y DE NOCHE

Cuando los únicos compañeros en el sublime acto de la creación literaria son el dolor y la noche no hay más remedio
que escribir con el alma a flor de piel y el corazón en la mano.

La voz del dolor es siempre profunda y cortante y penetra a rajatabla en las conciencias dormidas como un ariete.
La voz de la noche es arcana y oscura, misteriosa y sugerente. Si unimos las dos voces, la mixtura se convierte en un himno
poderoso y certero en el que invive la entraña misma del que escribe.

Así es COMPAÑERA NOCHE de Patricio González, una voz que mana del dolor y del sufrimiento, del desaliento y la rabia, el
desengaño y la impotencia, pero que se contagia de la paz de la noche, para convertirse en una cuasi oración que cala hasta los tuétanos.
Y es que en este libro misceláneo y heterogéneo, en el que se utilizan distintos géneros literarios, lo que no cambia es la fuerza del discurso, siempre directo pero poético, siempre rotundo pero dulce al mismo tiempo, siempre duro pero preñado de esperanza, siempre reivindicativo pero nunca radical, siempre incisivo pero nunca cruel, siempre nostálgico pero nunca derrotista.

Es el mensaje lo que llega; ya sea en forma de relatos cortos, habitados de poesía y de la dosis justa de ironía, ya sea en forma de pregón, para la feria del libro de nuestra maltratada Algeciras, que me pareció sencillamente magistral, por su contenido contundente en un continente cuidado y exquisito, jalonado de referencias literarias y de guiños inteligentes, que tienen a Mingote como leit motiv y principal protagonista.
Sin exagerar un ápice es el mejor pregón para una feria del libro que he oído nunca, llegando a emocionarme hasta las lágrimas en muchos de sus pasajes. Y es que no sólo es un excelente pregón sino que, al mismo tiempo, es el más hermoso alegato a favor de la lectura y de la cultura en general, la más eficaz invectiva contra los vicios adquiridos por nuestra sociedad actual, la más certera radiografía de esta crisis que nos acosa y nos recorta el sueño, la más visionaria de las profecías de lo que será el futuro inmediato, el más emocionado homenaje a los creadores y a sus obras, una obra de arte en definitiva.

Patricio González ahora tiene tiempo para escribir. Muchas veces, debido al dolor que le roba el sueño, más de lo que le gustaría, lo que lo ha convertido en cómplice de la madrugada y de su silencio profundo que le llena la mente y el espíritu de palabras que no quieren quedarse en la garganta.
De esta forma su dolor es nuestro bálsamo, sus noches en blanco son las páginas, negro sobre blanco, que consiguen emocionarnos y que nos ayudan a conciliar los más bellos sueños. ¡Qué hermosa aunque cruel paradoja!

Patricio González ha roto a escribir y su palabra nos llega como una voz que nos dice cosas necesarias, nutricias, lenitivas, que
nos adormece la desazón y nos levanta la autoestima.

Tan nítida nos llega su voz entre tanta escandalera, tan firme su palabra entre tanta verborrea, tan claro su mensaje entre tanta confusión, que este libro nos llega como agua límpida en medio del lodazal.

Juan Emilio Ríos Vera

A Izaskun, su portada y su amor.
A Bego y a Dioni (Mis cuñados), por su trabajo que hace que mis presentaciones sean siempre diferentes.
Y a ustedes , por su presencia.

Cuando me encontraba en la UCI, la noche me dominaba. Siempre era noche. No se oían los pájaros, no veía el sol. Una luz fría estaba siempre presente y nunca sabía la hora.
Luego, cuando me decían que eran las ocho de la tarde, también me apagaban esa luz fría.
A partir de ahí, era una noche eterna. No sabía que hora era. No sabía si estaba dormido ó despierto. Luego, cuando mis familiares me visitaban tampoco sabía si eso era cierto o se trataba de un sueño.
Recuerdo que veía y vivía las cosas en color sepia y mi vida había retrocedido a principios del siglo XX. Mis viajes a Marruecos eran exactamente igual pero en carruajes y el color sepia me daba esa sensación de principios del siglo pasado. Quizás hayan sido las exposiciones color sepia que he tenido la oportunidad de organizar y siempre relacionadas con Marruecos.
Mis médicos decían que eso se llamaba "demencia de UCI".
Cuando estaba en coma, sentía, escuchaba al fondo, las charlas de las enfermeras. A veces sudaba y decían que me estaba ocurriendo algo. Yo intentaba decirles que no, que yo sudaba mucho, pero la noche se apoderaba de mí y no dejaba que yo pudiese hablar.
Entonces la noche no era mi compañera, era mi dueña. Mis dolores se apoderaban de mí y yo nunca era dueño de los mismos.
Tenía que hacer algo, tenía que proponerme el poder ser dueño de mis dolores. El hacer de esas noches eternas algo que no me dominase.
Y llegó este último invierno y una estenosis de canal me dejó casi inmovilizado y con dolores tremendos. Las noches volvían a hacerse eternas y ni las fuertes dosis de calmantes podían aliviar esos dolores.
Y decidí mandar en mis dolores.
Y decidí hacer a la noche mi compañera.
Y decidí no dejarme abatir por la tristeza, intentando construir mi felicidad dentro de mi mismo, centrando mi dicha en mi propio corazón. Así empecé a dejar de odiar la noche y a convertirla en mi compañera porque me dije que el dolor tiene que acabar, tiene que llevárselo el tiempo con sus manos llenas de bálsamo.
Tenía que creerme yo mismo que la acción del tiempo es infalible y me tenía que conducir suavemente por el camino seguro. Y sabía que más rápidamente de lo que esperaba, la respuesta tenía que llegar.
Y con ella el consuelo.
Y este vino en forma de libreta y de ordenador. Y con fuertes dolores, empecé a dominar la situación. Me dije:"Yo soy dueño de mis dolores y en mis dolores mando yo y no existe la noche eterna porque este dolor tiene que acabar algún día y tengo que despejar mi corazón".
Efectivamente no hay noche eterna a la que no le esté prometida la luz de un día fulgurante.
Y así con mi pequeño ordenador, mi libreta y la noche como compañera empecé a escribir lo que brotaba de mi corazón.
Y surgieron los zéjeles, de la noche lógicamente. Y escribí sobre el amor, sobre el corazón, sobre la soledad, sobre ese estrecho que veo desde mi casa, y sobre ese Tetuán al que echo tanto de menos.
Y me surgieron historias, unas más alegres, otras menos, otras con ironía. Y surgieron las dos orillas, otra vez el corazón, y los farsantes, y la propia vida en sí y lo que haría si Dios me concediese un minuto más de ella, y el racismo y no se qué mas historias.
También hice el pregón de la feria del Libro de este año con un alegato a la lectura y la cultura en general que, en definitiva, han formado parte de esta COMPAÑERA NOCHE que me ha ayudado a salir de esa oscuridad porque como digo en la introducción yo quiero ser ese sol del atardecer y también ese niño que dice que siempre hay algo detrás de las estrellas porque detrás de la realidad hay otra realidad más profunda y hermosa.
Quiero ser de los que están seguros de que la belleza del mundo esconde mayores secretos.
Quiero ser de los que se atreven todavía, y a pesar de todo, a creer en la posibilidad de la utopía.
Quiero ser de los que no se quedan atrapados en lo que ven sus ojos y quieren ir más allá, más allá.
De las penas de ayer apenas si recuerdo una pequeña sombra.
Lo mismo sucederá mañana con los sufrimientos de hoy.
Yo entrego todo en las manos del tiempo, que con su alma compasiva, mitiga todos mis dolores.
Por eso no me paro. Por eso no me quedo con los brazos cruzados. Porque las ideas bonitas no son las que valen, valen las obras que se llevan a cabo.
Los pies que no caminan, echan raíces y la vida, la vida amigos, es una conquista.
Y yo, queridos todos, no sólo he conquistado la noche sino que la he hecho mi compañera.
Nada más y muchas gracias.

Patricio González

Tertulias de Poesías
“El Cinco a las Cinco”
Organizadas por:
Colectivo Cultural “Giner de los Ríos”

Cuadernitos de Poesía:
 OCTUBRE, 2012 : DECIMA Temporada
ANDRES RODRIGUEZ GONZALEZ, de Ronda